¡Que tal! ya hace algún tiempo que el blog de Adictos a la escritura está de descanso pero gracias a uno de los miembros se logró exponer la actividad de palabras olvidadas. Cada uno de los miembros hemos ido a la tienda en busca de palabras que están quedando en el olvido. En lo que a mi respecta me tocó tarambana y yo elegí...
Espero le guste la lectura, No olviden comentar y aquí les dejo el Link por si gustan dar un vistazo a las palabras olvidadas...
Inhala,
exhala, inhala, exhala. Cierro los ojos y me dejo ir.
Mi mente sólo está concentrada en mi respiración y como es que llena este
espacio oscuro.
Tarambana,
la palabra ronda una y otra vez en mi mente desde aquel acto o por todos
mis actos. Nunca se me había cruzado por la mente que la palabra tarambana
llegará a describirse. Quizá, sólo fue lo primero que se les ocurrió
decirme.
Inhala,
exhala... Deja de pensar en lo que te dijeron, cabeza tonta olvida
esa parte. Bueno antes de sumergirme al cien por ciento en mi respiración
te pido que pongas atención a mi retahíla y saques juicio de mí.
He logrado
concentrarme sólo en mi respiración. Y ahora la habitación que estaba
llena de muebles y objetos superficiales se encuentra vacía y negra. Un espacio
que puedo llenarlo con lo que yo quiera.
A lo lejos
escucho una risa, se oye fresca y sin preocupaciones, pero yo sé que
aquella alma se siente vacía y pérdida. Abro mis ojos pero no veo quien emite
la risa, sé que está muy cerca. Sacó una caja de cerillos de mi
pantalón y enciendo uno. La luz me permite ver a un rostro joven y bello a
pesar de llevar el cabello revuelto.
Observó sus ojos azules, hay una mirada dura y firme pero
en el fondo demuestra lo mismo que su risa, esta perdido y vacío.
—Déjame ayudarte.—
—No, ya es tarde para mí. No tengo salvación. —
En su rostro se dibujó una sincera sonrisa y soplo a la
pequeña llama y todo estaba oscuro de nuevo. Me apresure a prender otro
fósforo. No había nadie.
— ¡No seas necio! — La voz
furiosa de aquel chico retumbaba en mis oídos.
— ¡Huye de aquí! ¡Sálvate! —
— No me iré sin ti. —
Conteste con una tranquilidad que me sorprendí.
— ¡Eres un idiota! ¡Yo no iré contigo ya estoy muerto! —
Otro fosforo se apagó.—Pero bueno si tantas ganas tienes de llevarte a alguien, ayúdalos a
ellos.
Encendí otro cerillo y vi tres rostros una mujer de
aproximadamente cincuenta años con la mirada triste, denotaba cansancio.
Un adolescente con facciones parecidas al joven a quien le brinde mi ayuda,
pero con diferente color de ojos y cabello. Por último una pequeña niña
de aproximadamente ocho años. La llama se iba apagando una vez más.
Me concentre de nuevo en mi respiración, cada vez me costaba más
trabajo respirar.
— ¡Corre! — Abrí mis ojos y
todo era rojo y naranja, entre humo y llamas danzantes, el techo amenazaba
con caerse.
No sé de donde salió la voz del joven pero ya sabía qué hacer.
Me moví lo más rápido que pude entre las llamas. En la siguiente
habitación vi al adolescente con la pequeña en brazos sin saber por dónde salir
y si parar de toser. Llegue hasta ellos, tomé a la niña inconsciente
y corrimos a la salida. Sin pensarlo volví a aquel infierno en busca de
la señora. Recorrí de nuevo la casa ya con unos trozos del techo por el suelo,
hasta que por fin di con la señora. Quien sollozaba sin consuelo cerca
del cuerpo del joven de ojos azules. Con el corazón frío la tomé por la
cintura y la arrastre hasta un lugar seguro. No sé cómo lo logre,
pues no dejaba de gritar por su hijo y lanzarme de golpes.
Una vez en la calle los paramédicos se hicieron cargo de
nosotros. Entre mi inconsciencia. Oía a las personas como me tachaban
tarambana al haber arriesgado mi vida por unos desconocidos. Pero en
realidad me arriesgue por la familia del jovencito adicto que me asalto
torpemente hace una semana. Hoy me acerque ayudarlo pero extrañamente termine
salvando a su familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario